miércoles, 19 de mayo de 2010

Lo mejor comienza a los cincuenta

A mí los cincuenta me pillan todavía lejos, pero esta entrada va a llenar de alegría a muchos de mis amigos. A ellos les dedico estas líneas.
Acabo de leer en Science que un equipo de investigadores americanos dirigidos por el psicólogo Arthur Stone ha llegado a la conclusión de que la vida comienza a valer la pena a partir del medio siglo. Para ello han entrevistado telefónicamente a más de 350.000 habitantes de los Estados Unidos. Supongo que los resultados serían parecidos si se realizara el estudio en la vieja Europa.
En concreto, a partir de las respuestas cosechadas en semejante macroencuesta, estos científicos han llegado a la conclusión de que el bienestar general, que decae desde los 20 años, se recupera rápidamente a los cincuenta. La felicidad y la diversión también experimentan un subidón a esta edad, mientras que los sentimientos negativos, como las preocupaciones, la ira y el estrés, tan frecuentes en las décadas anteriores, se reducen considerablemente. Y todo ello independientemente de factores que, a priori, parecerían decisivos, como tener o no empleo, o la presencia o ausencia de hijos en casa. Buenas perspectivas para los que tenemos intención de seguir por aquí una temporadita.
De propina, una foto de Kim Katrall, una cincuentañera que está estupenda.

2 comentarios:

  1. Ésto que comentas yo lo noto en mi madre, en mis tíos y en mas gente que conozco y que supera los 50 años de edad, su filosofía de vida es optimista, alegre, etc, aún a pesar de los pesares, uno de mis tíos en concreto tiene algún que otro problema de salud y aún así tiene mas vitalidad y mas ganas de hacer cosas que muchachos de 20 años, ¡un fiera!
    En cuanto a Kim Katrall, ciertamente está estupenda, guardaré la compostura y no haré ciertos comentarios coloquial-bizarro-literalmente-descriptivos sobre lo que le haría yo ;)

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  2. Soy un ejemplo de lo que se afirma. Tengo 58 años y desde hace una década aproximadamente la paso muy bien, afectiva, sexual e intelectualmente. Y no me gané la lotería.

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